Es importante construir una buena relación de trabajo con el presidente de EU, pero también lo es evitar acciones o declaraciones que causen problemas con futuras administraciones.
Ian Bremmer es uno de los más destacados analistas de riesgo geopolítico en el mundo.
En su análisis de esta semana presenta algunas recomendaciones para tratar con Donald Trump, personaje que en unos cuantos días ha puesto al mundo de cabeza… y que seguramente va a seguir teniendo un gran impacto en los siguientes cuatro años.
Creo que este resumen de algunas de las consideraciones de Bremmer puede ser de utilidad.
1.- Mantenerse fieles a los valores fundamentales.
Uno de los errores más comunes al tratar con Trump es sacrificar principios esenciales en busca de favores inmediatos. Cambios abruptos en posturas, como los realizados por figuras como Mark Zuckerberg o Sam Altman, no solo socavan su credibilidad, sino que tampoco garantizan el respeto del presidente estadounidense. Trump ha demostrado ser escéptico ante quienes modifican sus posiciones de manera oportunista.
Un ejemplo destacado de cómo manejar esto correctamente lo proporciona Albert Bourla, director ejecutivo de Pfizer. Durante un evento público, cuando se le preguntó sobre su relación con Robert F. Kennedy Jr., designado para dirigir los Servicios de Salud, Bourla reconoció que ambos tenían diferencias irreconciliables respecto a las vacunas. Sin embargo, rápidamente giró hacia áreas de colaboración potencial, como la lucha contra el cáncer y el bienestar general. Este enfoque permite mantener la integridad sin cerrar puertas a futuras cooperaciones.
2.- Jugar a largo plazo.
Trump ocupará la presidencia durante cuatro años, asumiendo que su salud lo permita. Pero más allá de su mandato, las relaciones con Estados Unidos seguirán siendo cruciales para casi todos los actores globales. Por ello, es fundamental adoptar una perspectiva a largo plazo al interactuar con su administración.
Aunque construir una buena relación de trabajo con Trump es importante, también lo es evitar acciones o declaraciones que puedan causar vergüenza bajo futuras administraciones. Los demócratas podrían regresar al Congreso dentro de dos años, y cualquier paso en falso podría desencadenar investigaciones incómodas. La discreción y la prudencia son, por tanto, virtudes indispensables.
3.- Involucrarse de manera diferente pero directa.
Durante el primer mandato de Trump, algunos líderes intentaron influir en sus decisiones a través de funcionarios cercanos. Sin embargo, esta estrategia ya no funciona debido a la lealtad abrumadora de su equipo actual. Intentar cambiar la opinión de Trump a través de intermediarios suele ser inútil, ya que estos temen ser percibidos como insubordinados.
Sin embargo, las reuniones con miembros del gabinete o asesores aún pueden ser valiosas para comprender las prioridades del presidente y anticipar sus movimientos. Además, el Congreso, especialmente el Senado, sigue siendo un espacio donde los republicanos pueden expresar opiniones independientes en privado. Aquí radica una oportunidad para quienes buscan influir en la política estadounidense.
4.- Defensa eficaz.
Es esencial identificar qué aspectos son no negociables y cuáles pueden cederse sin comprometer intereses fundamentales. Cuando el conflicto sea inevitable, ofrecer proactivamente concesiones en áreas menos críticas puede ser una estrategia efectiva. Permitirle a Trump una victoria simbólica rápida a menudo es preferible a prolongadas negociaciones tensas.
Un ejemplo de esto es la decisión del primer ministro indio, Narendra Modi, de aumentar significativamente las compras militares estadounidenses. Esta medida fortaleció la relación bilateral, mientras satisfacía la necesidad de Trump de logros tangibles. Dado el ancho de banda limitado de Trump para cada relación, tales gestos pueden marcar una gran diferencia.
5.- La seguridad está en los números.
En temas sensibles, la defensa colectiva es más efectiva que la individual. Un grupo industrial coordinado tiene mayor peso que una sola corporación, y la Unión Europea es más fuerte que cualquiera de sus Estados miembros actuando solos. Castigar deserciones y asegurar una comunicación fluida dentro de coaliciones es clave para mantener la unidad.
No obstante, esta estrategia debe reservarse para cuestiones cruciales, como la política comercial o la coordinación sobre Ucrania. Usarla indiscriminadamente podría generar resistencia y aumentar los riesgos de represalias por parte de Trump.
6.- Prepararse para el caos.
El mundo bajo Trump es inherentemente caótico. Decisiones impulsivas, nombramientos controvertidos y órdenes ejecutivas mal planificadas son comunes. Las consecuencias en cadena de estas acciones requieren respuestas rápidas y eficientes.
Para gestionar este entorno, es vital crear mecanismos de reacción rápida y asignar equipos capacitados para apagar incendios repentinos. La frustración por distracciones inesperadas debe dar paso a una aceptación plena de que vivimos en un mundo más impulsado por crisis. La preparación mental y operativa es esencial.
7.- Contraataque con fuerza, pero en privado.
Cuando una demanda de Trump sea inviable, es mejor rechazarla directamente y en privado. Una respuesta clara y rápida evita malentendidos y decepciones posteriores. Trump comprende el ‘no’ cuando proviene de alguien confiable, especialmente en asuntos que no son centrales para él.
Un ejemplo claro fue su reacción tras la fallida confirmación de Matt Gaetz. A pesar de la derrota, Trump pasó página rápidamente y centró su atención en nuevas demandas. En muchos casos, parece olvidar conflictos previos si se le ofrece una salida digna.
Conclusión: adaptarse sin perder identidad.
Enfrentar a un líder como Trump exige flexibilidad, astucia y firmeza.
Mantener los valores fundamentales, jugar a largo plazo y estar preparado para el caos son principios clave para navegar este complejo panorama. Tanto los gobiernos como las corporaciones deben aprender a equilibrar la cooperación con la resistencia, siempre conscientes de que las decisiones tomadas hoy tendrán repercusiones mañana.
En última instancia, la clave está en adaptarse sin perder la identidad. Solo aquellos que logren este equilibrio podrán sobrevivir y prosperar en un mundo liderado por uno de los presidentes más impredecibles de nuestra era.