¿Cuál es el mensaje central? Afortunadamente su propuesta es mantener y fortalecer el comercio trilateral sin tarifas y con reglas predecibles, al tiempo que se exige cumplimiento pleno del tratado por parte de los tres países.

La US Chamber of Commerce no es una cámara más. Es, con mucho, la organización empresarial más influyente de Estados Unidos con cerca de 3 millones de empresas afiliadas.

El pasado 28 de octubre envió a la Oficina Comercial de la Casa Blanca, sus propuestas para la revisión del T-MEC en un documento de 39 páginas.

Cuando la US Chamber habla, la política comercial de Washington escucha. Este documento no es un memorándum técnico: es un pliego de prioridades del sector privado más poderoso del mundo. Ignorarlo sería un error estratégico para México.

¿Cuál es el mensaje central? Afortunadamente su propuesta es mantener y fortalecer el comercio trilateral sin tarifas y con reglas predecibles, al tiempo que se exige cumplimiento pleno del tratado por parte de los tres países.

La Cámara pide conservar el acceso libre de aranceles, acelerar la revisión de 2026 con certeza para la inversión y evitar giros regulatorios que cambien las reglas del juego.

También empuja “ajustes de bajo impacto” al texto—facilitación aduanera, mejores disciplinas en comercio digital y medidas sanitarias y obstáculos técnicos al comercio —sin reabrir el acuerdo, pero con más vigilancia y ejecución de compromisos.

Para México, eso significa escrutinio constante.

El documento coloca un reflector incómodo sobre nuestro país: independencia judicial y regulatoria, certidumbre para la inversión, y cambios legales que, a juicio de la Cámara, chocan con el T-MEC.

Señala el sector energético —por la revisión de la apertura, el rol de Pemex y CFE y el estatus de los reguladores— como un obstáculo mayor para la productividad norteamericana y para la integración energética.

La recomendación: regresar a reglas claras, no discriminatorias, y restituir condiciones parejas para competir e invertir. Es un mensaje político tanto como económico.

La lista de frentes sensibles es amplia: comercio digital (protecciones a código fuente y datos; evitar “puertas traseras” regulatorias), servicios financieros (trato nacional y mercado de pagos electrónicos), propiedad intelectual (mecanismos de enlace de patentes, datos de prueba, medidas cautelares), compras gubernamentales (procesos abiertos y previsibles), facilitación aduanera (consistencia ANAM-SAT, tiempos y costos), y regulación sanitaria (tiempos de Cofepris).

En todos los casos, la Cámara no sólo “pide”; propone rutas de cumplimiento y sugiere que la Oficina Comercial de la Casa Blanca (USTR) use los comités del tratado para apretar tuercas.

También hay un capítulo económico: la Cámara promueve que el Comité de Competitividad de América del Norte sea la plataforma para coordinar cadenas críticas (semiconductores, minerales, farmacéutica, agroalimentos, tecnologías limpias) y acelerar inversiones con reglas armonizadas.

Su lógica es simple: Norteamérica compite con China; cada fricción interna reduce nuestra competitividad frente a terceros. El T-MEC debe ser una ventaja geopolítica, no un campo de disputas interminables.

México debe leer entre líneas. La Cámara defiende el acceso sin aranceles y rechaza usar tarifas como arma en disputas internas; pero a cambio exige cumplimiento estricto y certeza regulatoria. En particular, en energía, donde ve un riesgo sistémico para la integración productiva y la seguridad económica regional.

Para la revisión del T-MEC, esto implica tres tareas inmediatas para nuestro país:

1. Blindar el Estado de derecho económico: reforzar autonomía de reguladores, certidumbre de permisos y cumplimiento parejo.

2. Acelerar la facilitación: aduanas interoperables, estándares regulatorios previsibles y resolución rápida de cuellos de botella.

3. Normalizar energía: reglas claras y no discriminatorias que permitan inversión privada complementaria y garanticen abasto confiable y competitivo.

No se trata de aceptar sin matices el guion de Washington. Se trata de entender el terreno: la US Chamber marcará la agenda empresarial en la revisión del T-MEC y su voz pesa en el Congreso y en la Casa Blanca.

Sus planteamientos representan la visión del negocio estadounidense integrado a México; una visión que no podemos ignorar y que, bien encauzada, puede traducirse en certidumbre, inversión y crecimiento.

El desafío es llegar con una posición técnica sólida y una narrativa política que ponga a la competitividad de América del Norte por encima de las disputas de corto plazo.

Ese es el lenguaje que Estados Unidos está hablando. Conviene que México lo hable también.