Tomar ciudades ucranianas, sí; pero confiscar activos rusos, no: ésa es la camisa de fuerza que Moscú ha confeccionado para la UE. Dado que Estados Unidos se muestra reacio a comprometer más dinero para Ucrania, la voluntad de la UE de intensificar su intervención se ha vuelto crucial para Kiev… y para Moscú. El interés ruso no es tanto evitar la pérdida de ese dinero, sino evitar que acabe en manos ucranianas y sea transformado en nuevas capacidades militares.

Si Europa no logra solucionar el problema pronto, Ucrania se verá amenazada por una verdadera crisis de liquidez. La única razón por la que Rusia mantiene una desastrosa campaña militar –ganancias de territorio ínfimas a costa de pérdidas humanas y de material enormes– es que confía en un cambio del escenario en el que a Ucrania se le acaben los soldados, las armas, la munición o el dinero. Los tres últimos ingredientes dependen cada vez más de los recursos que puedan movilizar los europeos.



La narrativa rusa se caracteriza por dispensar mensajes contradictorios en cada momento. Por un lado, esgrimir la fuerza como principal razón: Vladimir Putin arremetió el miércoles contra los líderes europeos, ridiculizándolos como “lechones”, y avisó de que alcanzaría sus objetivos territoriales en Ucrania ya sea a través de la diplomacia o por la fuerza militar.



Por otro lado, presenta –al contrario– la razón o la legalidad como la principal fuerza o criterio. Consciente de que la Unión Europea es un ‘jardín’ legalista, Putin ha declarado que usar los activos congelados para financiar un préstamo equivaldría a robar la propiedad ajena. El presidente ruso y sus propaganda han lanzado advertencias sombrías sobre las consecuencias para la estabilidad económica europea y la confianza de los inversores en la eurozona.



AMENAZAS “ETERNAS”

El primer ministro belga, Bart De Wever, ha desvelado que el Kremlin ha advertido a Bélgica y al primer ministro personalmente, amenazando con algún tipo de represalia si los activos son confiscados. Moscú nos ha informado que, en caso de una convulsión, Bélgica y yo personalmente sufriremos los efectos “eternamente”. “Parece mucho tiempo”, añadió.



El director general del segundo banco más grande de Rusia, VTB, Andrei Kostin, dijo en una entrevista con Reuters que Moscú podría desencadenar medio siglo de litigios si la UE sigue adelante con sus planes. Incluso sugirió una demanda en el tribunal de las Naciones Unidas. Dichas demandas podrían complementarse con múltiples acciones legales de particulares contra estados y entidades europeas.



ESPÍAS AL ACECHO

La inteligencia militar rusa tiene en la mira a políticos y ejecutivos financieros belgas por los 185.000 millones de euros en activos rusos congelados en el país. Los agentes del Kremlin pretenden presionar al Gobierno de Bélgica y a Euroclear, el depósito de valores donde se guardan la mayor parte de los activos congelados de Rusia, para que bloqueen los planes de la UE de utilizar esos fondos para apoyar a Ucrania. “Los funcionarios creen que la campaña es responsabilidad de la inteligencia militar GRU de Rusia, aunque existe un debate sobre el grado de amenaza”, señala el periódico británico ‘The Guardian’ citando fuentes de seguridad europeas.



Esas amenazas estaban dirigidas a la directora ejecutiva de Euroclear, Valérie Urben, y a otros altos ejecutivos de la cámara de compensación. Una investigación de ‘EUobserver’ a principios de este mes detalló las amenazas recibidas por Urben en 2024 y 2025, lo que la impulsó a buscar protección de la policía belga.



EL FIN DE ESTA UE

Esta semana Putin ha avanzado algo sobre sus planes. El líder ruso espera un cambio de élites en Europa, por eso ha dicho que si los líderes europeos no negocian ahora las “élites” que vengan después: partidos nacionalistas que están al alza en Reino Unido, Francia o Alemania. Moscú hace tiempo que apostó por un cambio de ciclo que acabase con el apoyo a Ucrania. Aunque ha pasado por una travesía en el desierto de casi cuatro años, el giro político en EEUU ha empoderado al sector más mesiánico del nacionalismo ruso, consciente de las limitaciones del país pero al mismo tiempo confiado en la degradación sin fin de Occidente.



“Para Rusia, Europa es un viejo conocido y un enemigo histórico que inició su agresión contra Moscú en los días más oscuros de nuestra historia nacional. Durante siglos, Rusia ha lidiado con los intentos europeos de subyugarla”, escribía en abril Timofei Bordachev, director del Programa del Club de Discusión Valdai, al que acude Putin cada año. “Las relaciones de Europa con su principal socio estratégico y patrocinador, Estados Unidos, han entrado en un período de incertidumbre”, constata Bordachev, que concluye que hasta que “Europa, el ‘enfermo’ de la política mundial muera o se recupere, debemos vigilar de cerca su estado”.