“¡No soy un envenenador!”, proclamó hasta el último momento el anestesista Frédéric Péchier, de 53 años, acusado de al menos 30 casos de “envenenamiento” de pacientes (doce de ellos mortales) en las dos clínicas donde trabajó en Besançon, al noreste de Francia. Al cabo de tres meses y medio de juicio, tras escuchar a decenas de pacientes y colegas médicos, el tribunal integrado por seis miembros de un jurado popular y tres magistrados llegó sin embargo a la fatal conclusión y le condenó a cadena perpetua.
“Hice un juramento en 1999 y siempre lo he respetado: el juramento hipocrático”, recalcó Péchier, descrito por las dos fiscales del caso como “un criminal que usó la medicina para matar” y socavar de paso la reputación profesional de sus colegas por “pura sed de poder”.
Según trascendió durante el juicio, su motivación era su “obsesión psicológica” con los médicos y los cuidadores con los que estaba permanentemente en conflicto. Péchier fue acusado de contaminar con potasio, anestésicos locales, adrenalina o heparina las bolsas de perfusión los pacientes para provocar paros cardíacos o hemorragias, o hacer caer incluso a los pacientes en coma.
En unas ocasiones se erigía como el “salvador” en la “resurrección” de los pacientes, borrando de paso el rastro de sus fechorías. En otras, aprovechaba las inesperadas emergencias médicas para desacreditar como “incompetentes” a los colegas que percibía como “rivales”. La fiscal Christine de Curraize llegó a asegurar que matar llegó a convertirse en “su medio de vida” y en su forma de canalizar sus sentimientos de frustración.
De un total de 70 expedientes examinados en las dos clínicas donde trabajó (Saint-Vincent y Policlínica Franche-Comté), los investigadores hallaron indicios de criminalidad en 30 casos, doce de ellos mortales, entre el 2008 y el 2017. Las víctimas tenían entre cuatro y 89 años.
Amandine Iehlen, cuyo padre murió a los 53 años después de una cirugía renal, no pudo ocultar su ira hacia el médico. Una autopsia reveló que su muerte fue causada por sobredosis de lidocaína, un anestésico local.
El paciente más joven, identificado como Tedy, sobrevivió a dos paros cardíacos tras una operación de amígdalas. “Lo que nos sucedió fue una pesadilla: confiábamos en la Medicina y nos sentimos traicionados”, relató el padre, Hervé Hoerter, que recordó cómo la madre estuvo rezando junto a la cama de su hijo de cuatro años durante dos días hasta que salió del coma.
El propio Tedy, que ahora tiene 14 años, pidió a su padre que leyera su testimonio escrito durante el juicio: “Cuando yo tenía cuatro años, alguien usó mi vida para crear problemas. Aún hoy, necesito 10 minutos más que mis compañeros de clase para acabar mis ejercicios escritos. Temo que el rastro del envenenamiento me acompañará toda la vida”.
Durante gran parte del juicio, el anestesista escuchó impertérrito los testimonios inculpatorios de las víctimas. Varios compañeros de trabajo llegaron por su parte a describir a Frédérci Péchier como “un hombre destruido”, de comportamiento sospechoso e incapaz de expresar sus emociones.
Inflexible durante sus interrogatorios, el anestesista rompió inesperadamente a llorar el 5 de diciembre ante el tribunal describiendo su intento de suicidio en el 2021. Sus tres hijos, fruto del matrimonio con una cardióloga de la que acabó divorciándose, le arroparon en la recta final del juicio, en la que el propio Péchier rindió a tributo a su padre, también anestesista.
Su abogado, Randall Schwerdorffer, defendió su inocencia y pidió al tribunal la absolución “puramente y simplemente por falta de pruebas convincentes”. El letrado anunció que recurrirá la sentencia a cadena perpetua (con período mínimo de seguridad de 22 años) y prohibición definitiva la práctica médica.
El tribunal mixto necesitó tres días para alcanzar una conclusión y dar en última instancia como buenos los argumentos de la acusación, asegurando que el anestesista perpetró sus crímenes por desquite o venganza y con la intención de “afectar psicológicamente” a sus colegas. La fiscalía no dudó en tildarle de “Doctor Muerte” o como “uno de los mayores criminales en la historia de Francia”.


