Andy López Beltrán nunca sugirió un espionaje gubernamental. Siempre se refirió a sus “adversarios”, aunque la acusación necesitaría más que palabras para tener sustento y verosimilitud.
Desde el hoyo en donde se encuentra, Andrés López Beltrán, Andy, el hijo del expresidente Andrés Manuel López Obrador, buscó defenderse de su costoso viaje a Japón acusando a sus “adversarios” de haber enviado “espías” a fotografiarlo para lanzar una campaña de linchamiento. No son pocos quienes se han burlado de él por haber hecho tal afirmación, pero habría que preguntarse si en efecto fue una declaración deschavetada, o si esconde, dados sus niveles de información y acceso en el régimen, algo más profundo para afectar, como sucedió, a los operadores políticos de su padre.
Su fotografía en un hotel de superlujo en Tokio apareció en extraña sincronía junto con otras que revelaban los derroches de Ricardo Monreal, coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, en uno de los grandes hoteles de lujo en Madrid, sobre el Paseo de la Castellana, de los dos senadores Yunes, protegidos por el coordinador de Morena en el Senado, Adán Augusto López –emproblemado también por razones distintas–, en un club de playa exclusivo en la maravillosa costa de Amalfi, y de Mario Delgado, secretario de Educación, en un exclusivo hotel en Lisboa, Portugal.
Demasiadas coincidencias para ser coincidencia. La extraña aparición de las fotografías casi en forma simultánea tuvo su impacto, reflejado en el daño a la imagen de todos ellos y el debilitamiento de su posición política, o como en el caso de los Yunes, aumentó el lodo sobre la espalda del senador López. Si se analizara el resultado de esas imágenes sin malicia, hubo una gran ganadora: la presidenta Claudia Sheinbaum, porque el común denominador entre los exhibidos es que su correa de control no está en Palacio Nacional, sino en Palenque, y que han sido obstáculos en las cámaras y el partido, sin caminar junto a ella y, muchas veces, en su contra.
¿Sobre estas consecuencias surgió la frase de Andy de que había sido espiado?
Si del viaje sabían sólo sus cercanos y la presidenta de Morena, Luisa María Alcalde, como él mismo reveló, ¿cómo se enteraron sus “adversarios” de que estaría en Tokio y de que, a toda velocidad, armaran un plan de espionaje? Su acusación contra privados no tiene muchas asideras por la logística de algo tan sofisticado, pero desvía porque ¿sabe o intuye que se trató de una operación del gobierno mexicano?
De acuerdo con información que fue corroborada con altas fuentes del gobierno, en el caso de Monreal y de los Yunes, sí. Fue un trabajo realizado por la oficina del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) en Madrid, explicaron, que hizo el seguimiento con el propósito de mostrar sus vacaciones de lujo y exhibir sus contradicciones para descalificarlos. Agentes del CNI, dijeron, tomaron algunas de las fotografías que se filtraron a los medios mexicanos. El eventual espionaje sobre Andy, sin embargo, es más complejo.
Un funcionario aseguró que las fotografías de Andy en el hotel –no en la calle saliendo de Prada– también fueron resultado del seguimiento que hizo el CNI, pero este órgano no tiene oficinas ni estructura operativa en Tokio, y el gobierno japonés tiene un sistema de contrainteligencia muy sólido. Espiarlo ahí no es tan simple como lo planteó el hijo del presidente emérito.
El CNI no podría haberlo hecho de manera unilateral, ante el riesgo de que fueran descubiertos y provocaran un fuerte conflicto diplomático. La vía segura para hacerlo habría sido mediante la autorización del gobierno japonés o a través de un tercer país, con influencia y ascendencia sobre los nipones. En cualquier caso, el costo de esta acción coordinada era políticamente muy alto. Pero si la relación costo-beneficio era el objetivo superior, vistos los resultados, el precio habría valido la pena.
Andy nunca sugirió un espionaje gubernamental. Siempre se refirió a sus “adversarios”, aunque la acusación necesitaría más que palabras para tener sustento y verosimilitud. Una operación clandestina privada tiene enormes dificultades para quien tuviera los recursos y la determinación para hacerlo, como, por ejemplo, los pocos días que tendrían después de enterarse del viaje para recopilar información sobre su destino y en qué lugar se hospedaría, así como reclutar los espías y planear la operación. Para asegurar su éxito, tendrían que haberse hospedado en el mismo hotel, porque tendrían que estar cazándolo en el restaurante, y una presencia diaria no se justificaría si no se es huésped.
El plan de escape tendría que haber estado igual o mejor pensado, porque deberían saber que el hotel, al ver las fotografías de Andy circulando por el mundo, iba a revisar sus cámaras de seguridad para determinar el día en que fueron tomadas y poder identificar a las personas que lo retrataron. Cuida su prestigio como hotel, que garantiza la privacidad de sus huéspedes, personas de poder político y económico, lo obliga a tomar acciones.
Un turista paparazzi, que está en el escenario de lo posible, podría haber sido identificado de esa forma para que, si existen restricciones en los reglamentos del hotel, pudiera ser sujeto a una denuncia para evitar un daño reputacional o, como en el caso del mismo Andy, minimizar una eventual querella judicial por no haber evitado la violación de su privacidad.
Suponiendo que hubieran sido fotografías de viajeros mexicanos, reflejaría su alto nivel de información y politización, porque habrían escogido al mejor conducto para distribuirlas y garantizar su máxima exposición, como sucedió al ser publicadas por Latinus, que tiene una cruzada contra Andy. Esta hipótesis lleva a otra, donde el resultado fue lo contrario: el vuelo. Según reveló, tomó una línea comercial a Tokio con una escala en Seattle, a donde sólo vuela Aeroméxico en código compartido con Delta. Esa ruta fue pensada para viajeros mexicanos, pero, a diferencia de su estadía en el hotel Okura, no hay ninguna fotografía de él durante su vuelo, algo posible pero no probable, dada el hambre por exhibirlo en donde se lo topen.
El señalamiento de que lo enviaron a espiar no puede dejarse como una frase política o desesperada. El gobierno federal nunca admitirá que las fotografías fueron parte de una operación contra el grupo político de López Obrador, pero lo que mostró fue eso –un trabajo institucional o espontáneo, hay un interés en exhibirlos, neutralizarlos y acabarlos políticamente– lo cual le conviene a Sheinbaum.