Los que estaban ahí no podían creerlo. Eran como dos amigos, relajados, matando el tiempo, conversando sin prisa sobre beisbol. Estaban en la Oficina Oval de la Casa Blanca. Era 8 de julio del 2020. Los presidentes Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador acababan de intercambiar regalos. AMLO le llevó a Trump un bat decorado con arte huichol. Y Trump le tenía un bat rojo de la famosa marca Louisville.

Cuánto estás bateando ahorita más o menos, le preguntó Trump. Arriba de 300, le contestó AMLO presumiendo su porcentaje de bateo. Pues con este vas a batear más, ya verás, a ver, pruébalo, le dijo Trump pasándole el bat. López Obrador lo agarró, hizo un par de swings de sombra. ¿Te acomoda? Si no, te lo cambio, le dijo Trump. Está bueno, está bueno, contestó el presidente mexicano. Luego Trump agarró el bat huichol: pero con este no puedo batear, se le van a caer las chaquiras. Se rieron.

Y así siguieron un buen rato, un muy buen rato, traductores de por medio, ante la mirada de una docena de personas que se preguntaban a qué hora le entraban a la reunión bilateral formal. A los presidentes no les corría prisa. Estaban muy a gusto.

A pesar de que en campaña prometió ser un feroz contestatario a los agravios anti-mexicanos de Trump, ya en el poder López Obrador fue un dulce corderito con el mandatario americano: se dobló ante la amenaza de aranceles, le endosó 26 mil soldados para que fungieran como patrulla fronteriza americana y hasta terminó en ese verano de 2020 acudiendo personalmente a la Casa Blanca a pronunciar un discurso elogioso en donde lo pintaba como amigo de México, de los mexicanos y de los migrantes. Exactamente lo que Trump necesitaba en ese momento, que estaba haciendo campaña para su reelección presidencial y le urgía conquistar algo del voto latino con el que AMLO tiene muy buena imagen. Cuando perdió las elecciones y no reconoció el triunfo, AMLO fue de los poquísimos presidentes del mundo que no felicitó a su rival Joe Biden. Cuando al poco tiempo le quitaron sus cuentas de Twitter y Facebook, AMLO fue quizá el único presidente del mundo que lo defendió. Se supo que Trump estaba agradecidísimo.

En el Gobierno de la Presidenta Sheinbaum creen que esta buena relación Trump-AMLO les ha dado margen de maniobra ante el impetuoso regreso del republicano a la Casa Blanca. Trump sabe lo que significa personalmente la Presidenta de México para su amigo el ex presidente. Dicen en Palacio que lo han notado en los intercambios bilaterales.

Pero -recordando la escena del intercambio de regalos en la Casa Blanca- junto a estos abrazos también han llegado los batazos.

Las agencias de inteligencia de Estados Unidos se han acercado a Trump con un discurso totalmente diferente: tu amigo AMLO te engañó, se alió con los narcos y por eso tenemos la crisis de fentanilo que tenemos.

Según fuentes de primer nivel, en lo más alto del Gobierno mexicano ya están al tanto de que la DEA está armando un puñado de expedientes contra políticos morenistas por estar vinculados con el crimen organizado. La DEA se ha tomado personal que el obradorato la haya expulsado de México. En cambio, la CIA -que lleva la interlocución con el Gobierno de Sheinbaum- no tiene una visión tan radical. Tiene más apetito de cooperación y menos apetito de venganza.

Por eso, de pronto vemos una extraña dualidad en los mensajes que se envían al Gobierno de México desde el Norte. Por un lado el buen trato y la deferencia; por el otro la severa acusación de vínculos con el narco.