Con la guerra de Rusia contra Ucrania el costo de traer gas a Alemania subió, el país lleva tres años de estancamiento económico.

Múnich.- En Alemania, la extrema derecha y la extrema izquierda (antiliberales, antiinmigración, anti-Ucrania, antieurozona) tienen el respaldo de 25 por ciento del electorado. Ojo con eso, no es sólo la intervención de Musk o Trump, sino que es la expresión de un malestar profundo que irá creciendo.

Algo anda mal en la capital mundial del orden y de la eficiencia. Ha dejado de serlo.

Empecemos con lo anecdótico. Al salir del hotel donde me hospedo crucé la calle en la esquina, con el semáforo en verde para peatones: un señor en bicicleta se pasó el alto como flecha y por poco me atropella. Reclamé, recibí unos gritos nada amables por respuesta, y nadie volteó a ver.

Las calles estaban sucias de polvo, papeles, vasos de cartón, colillas de cigarro y algunas botellas de plástico tiradas. Caía la noche (temprano, no más allá de las siete) y a 15 o 20 metros había bolitas de gente que consumía drogas, vagabundos y extraviados con los pantalones a media nalga y algunos con botellas de licor en la mano.

Buscaba una tienda donde comprar algo de fruta y Coca-Cola para llevar a mi cuarto y escribir, pero las pocas que habían cerraban temprano y sí, en cambio, abundan los salones de table dance (dos o tres por cuadra), algunos de ellos abiertos las 24 horas, casas de juego que desde afuera se ven como tugurios en penumbras. El teléfono celular (el Waze) funciona intermitente.

Una que otra patrulla pasa sin que nadie se preocupe por dejar de drogarse. Un mal barrio, cercano a la estación, pero eso existe en casi todos lados. Ni modo.

El sábado tomé un tren a Salzburgo, Austria, a dos horas de Múnich, y al regreso hubo un inconveniente: cambio de andén, demora, y el anuncio de que el tren que venía de Alemania sufrió un desperfecto. Nos subieron a un par de vagones, llenos a reventar, y nos llevaron al lado alemán, a esperar un tren a Múnich.

Tardó casi una hora en llegar. Ya adentro, a los 10 o 15 minutos nos volvieron a cambiar. A esperar a que llegara otro tren, con un viento helado que bajaba de Los Alpes, a la intemperie, una hora más, mientras embonaban unas especies de pértigas con los cables (como los trolebuses que iban de CU a Iztapalapa).

Desde ahí nos vinimos –la mayoría– parados porque no había asientos suficientes en los vagones. Los baños, inmundos. Un mal día suele suceder hasta en Baviera, pensé.

Ayer lunes tenía boletos de avión para viajar a Colonia, y al llegar al mostrador de Lufthansa supe que estaba cancelado. Entiendo, pasa a veces. “¿A qué hora hay vuelo?”, pregunto. “Hoy nada, y mañana no sabría decirle”, fue la respuesta. Entendí que en Colonia había huelga en una empresa prestadora de servicios al aeropuerto. No hubo devolución del importe del boleto, ni cupones para usarlos en otra ocasión.

Leo el libro del periodista Wolfgang Munchau: Kaput. El fin del milagro alemán, y comparto con ustedes algunos párrafos acerca de la debacle de los campeones de la era analógica, perdedores en la era digital:

La alemana SAP “sigue siendo un gigante del software (pero) es la única de Alemania entre las 50 empresas tecnológicas más importantes del mundo”.

En el año 2003, “de los 20 primeros bancos en el mundo, cuatro eran alemanes si se medía por el valor de los activos, y uno –el Deutsche Bank– si se medía por la capitalización bursátil. En noviembre de 2023, el Deutsche Bank ocupa el puesto 729 en la clasificación mundial, mientras que el Commerzbank ocupaba el puesto mil 132”.

Consciente de su rezago, “en 2019 el gobierno alemán decidió invertir cinco mil 500 millones de euros en computadoras para las escuelas. Un complicado procedimiento frustró el proyecto. El principal problema era que las escuelas no disponían de conexión a internet y la mayor parte del dinero se gastó en cablearlas y conectarlas. Esto ocurría en 2019 y 2020”.

En 2020, “sólo 33 por ciento de los alumnos alemanes tenía acceso a una plataforma de aprendizaje digital, mientras que la media de la OCDE era de 54 por ciento”.

Las escuelas alemanas solían estar entre las mejores de Europa en los estudios PISA de la OCDE, en especial en matemáticas y ciencias. La última prueba PISA sitúa a Alemania en un pobre vigesimoquinto lugar, por detrás de 13 países de la Unión Europea”.

En 2021, “siete de cada diez hogares alemanes seguían conectados a cables de cobre, los cuales ofrecen velocidades de conexión a internet irritablemente lentas”.

Los datos más recientes señalan que las conexiones de fibra óptica sólo representan 10 por ciento de todas las conexiones a internet en Alemania, mientras Francia tiene un 51.4 por ciento y España un asombroso 81.2 por ciento”.

Cuenta el prestigioso autor que su historia favorita, por ilustrativa, es de un conocido suyo en las colinas boscosas al sureste de Dortmund:

“Un fotógrafo necesitaba enviar una colección de fotos a una imprenta a 10 kilómetros de distancia. El volumen total de datos era de 5.4 GB. Hizo una carrera entre la conexión de internet y su caballo. Grabó sus fotos en un DVD y dio 20 de minutos a su computadora, mientras ensillaba al animal. El caballo no sólo ganó la carrera, sino que, tras volver a casa y darle de comer, el fotógrafo descubrió que la transmisión por internet no había terminado todavía”.

Alemania se ha vuelto cada vez más dependiente de China, mientras China ha seguido la tendencia contraria. El cambio drástico se notó en 2022:

“Las exportaciones subieron sólo un tres por ciento, y las importaciones aumentaron 34 por ciento… En total, hay ahora 36 grupos de productos en los que la cuota china es de 80 por ciento, y más de 86 grupos de productos en los que la cuota es superior a 70 por ciento”.

Por ejemplo: “En la actualidad Alemania depende de China para 80 por ciento de computadoras portátiles, y 70 por ciento de los teléfonos celulares se importan desde China, y 87 por ciento de los sistemas fotovoltaicos y células solares procede de allí”.

¿Y los automóviles? El jefe de jefes dejó de ser Alemania: “El gigante asiático ha superado a Alemania y Japón como mayor exportador mundial de automóviles”.

Por los pactos políticos con el Partido Verde, los gobiernos alemanes abandonaron la energía nuclear, que es limpia, y eran líderes mundiales. Así, Alemania pasó a depender (2019) por completo de la importación de gas ruso.

Con la guerra de Rusia contra Ucrania el costo de traer gas a Alemania subió, el país lleva tres años de estancamiento económico, y comprar el boleto de Trump de una guerra comercial contra China empeoraría las cosas.

Culpan a la migración, pero es un falso mantra, como veremos en los siguientes días.